LA GARROTXA EN GLOBO

En pleno otoño, cuando los bosques caducifolios nos deslumbran con su variado colorido, nos decidimos a disfrutar de la experiencia que unos meses antes nos habían regalado nuestros amigos Joan y Jung Eun. A mis padres les pareció algo que no se podían perder y se apuntaron a volar. Pasamos un día fantástico.

Aunque el tiempo de vuelo es inferior a un par de horas, la aventura empieza la tarde de antes, cuando nos desplazamos a Santa Pau para encontrarnos más cerca del lugar de partida. Santa Pau es una villa medieval, pequeña, tranquila y cargada de historia. Un lugar donde es posible escuchar el silencio un viernes por la noche cenando en la única terraza de la plaza, y sentir el aire fresco que se cuela por sus callejuelas débilmente iluminadas. Unas calabazas en la puerta de algunas casas, y unos niños bailoteando disfrazados alrededor de una hoguera, rompen la oscuridad y el silencio para recordarnos que la “castanyada” de siempre, o el Halloween importado de ahora, está a punto de llegar.

Madrugamos para llegar al lugar de encuentro, en mitad de la Fageda, a las 7:30 de la mañana, donde la actividad “globera” está en pleno apogeo. Allí nos sirven un apetecible café, mientras nos distribuyen en los globos y los empiezan a hinchar. Todo un espectáculo.

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En nuestro globo viajamos cuatro parejas: una de ellas celebrando su 50 aniversario de bodas como regalo sorpresa de hijas y nietas, ni lo sabían ni se lo imaginaban, así que la experiencia superó todas sus expectativas; una pareja de una iraní y un músico catalán, celebrando su primer aniversario de bodas, y degustando la libertad de hacer y pensar en nuestro país; mis padres, emocionados por compartir con nosotros una experiencia inolvidable; y nosotros, degustando uno de los mejores regalos que te pueden hacer: experiencias; y Josep, el experimentado piloto.

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El reloj marca las 8:00 cuando el globo empieza a separarse del suelo, la velocidad de ascenso no podemos confirmar que sea poca o mucha, pero la sensación es prácticamente imperceptible. En unos minutos nos encontramos a unos 1.000 metros de altura. A nuestros pies una niebla matutina, abraza los distintos conos volcánicos, ofreciéndonos un paisaje totalmente enigmático. Prácticamente enmudecidos observamos cómo el sol va ganando altura, atemperando el ambiente, e invitando a la niebla a desaparecer silenciosamente. A su vez, los otros globos se elevan en la inmensidad del territorio, conformando una estampa única. Un brindis con cava rosado (del color de la tierra volcánica) y coca de perafita nos despiertan del estado ensimismado y empezamos a reconocer los puntos de nuestro país: Pedraforca, Cadí, Montserrat, Tavertet, Pantà de Sau, Illes Medes, Cap de Creus, Canigó, …

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Dependiendo de la dirección del viento, Josep nos lleva siguiendo el ritmo de una coreografía totalmente armoniosa. Rozamos las copas de los árboles, nos elevamos, descendemos, hasta llegar al campo de aterrizaje, donde “desenglobamos” a capricho del viento. Una maniobra delicada, un viento cambiante, una cesta inestable, un golpe y un montón de carcajadas.

La aventura continúa doblando el globo, regresando al inicio, y degustando y compartiendo con los compañeros de viaje la sabrosa gastronomía local. Para finalizar la jornada, un paseo por la multicolor Fageda d’en Jordà, sintiendo de cerca lo que vimos desde el cielo.

Publicado por

Blanca i Jose

Somos una pareja inquieta, que nos encanta aprender y compartir. Los viajes forman parte de nuestra vida. Los lugares que visitamos y la gente que conocemos son nuestra fuente de inspiración.

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